viernes, 15 de septiembre de 2017

80 años de dictadura (40 años de franquismo. Y otros 40 de dictadura separatista)



80 años de dictadura (40 años de franquismo. Y otros 40 de dictadura separatista)

El franquismo, régimen ilegal sobrevenido tras una cruenta Guerra Civil, dejó una profunda herida en España que, por mera terquedad, ni la izquierda más extrema y radical ni el (anticuado) separatismo han querido superar. Tras este funesto período, se abrió en cambio una época brillante de despegue (entre otros) político en nuestro país con el advenimiento de la democracia, la Constitución, el Estado de las Autonomías y la entrada en la UE. Pero en cambio, en algunas regiones, debido a la (¿quizás excesiva?) descentralización, y la voluntad de abrir una etapa definitivamente nueva, se pasó a una nueva etapa donde los líderes nacionalistas, desde un primer momento, dejaron claros y dieron sin ambigüedades y progresivamente, los pasos a seguir para la instauración de una nueva dictadura: la dictadura del separatismo. Por lo tanto, En España (indirectamente) por extensión y en regiones como Cataluña y Euskadi (directamente) por reducción => somos unos desgraciados: excluyendo los años de Primo de Rivera, acumulamos sin embargo un total de 80 años (casi ininterrumpidos) de dictaduras de diversa índole.



DE DÓNDE VENIMOS. CONTEXTO

La Historia española del siglo XX no ha sido muy diferente de la del resto de países de nuestro entorno: cierto progreso económico, tenue revolución industrial, cambios sociales, agitación, guerra, dictadura y desde mediados del siglo pasado el desarrollismo.

En España, como en Europa, parte de esos cambios sociales aparecen en una nueva concepción de los territorios que en Europa habían llevado al imperialismo en general primero y la caída de los grandes imperios tras la I Guerra Mundial: los nacionalismos.

NOTA ACLARATORIA: desde este blog, preferimos emplear el término “separatismo” antes que “nacionalismo” tanto porque ello permite diferenciar el tipo de nacionalismo, ya que éste puede ser centrípeto (si busca evolucionar hacia la acumulación de nuevos territorios) o centrífugo (si pretende en cambio la escisión política de una parte del territorio del que éste forma parte), como por la propia connotación de la palabra: poner en evidencia la realidad.

Tras nuestra propia guerra aquí en España, se suceden 40 largos años de dictadura militar que concluyen tras la muerte de Franco para dar paso, como todos sabemos, a la democracia.
Durante la Transición, precisamente para dar cabida a todos los sentimientos y sensibilidades, para hacer partícipe a todas las fuerzas del espectro político (sin exclusión, así que por favor démonos cuenta del ingente y brillante esfuerzo realizado), se opta por una solución en principio intermedia entre el centralismo de la época precedente y la Federación entendida como máxima forma de descentralización, solución ésta que es ni más ni menos que nuestro actual Estado de las Autonomías.

El desarrollo de éste se pone en marcha inmediatamente, y ya entre 1978 y 1980 un total de 58 acuerdos de traspaso de competencias son firmados entre el Estado y las diferentes Autonomías que poco a poco van surgiendo.

Hay sin embargo un grupo que, ya desde los albores, va rechazando progresivamente el nuevo marco para en cambio aprovechar el hecho de ir acaparando cada vez mayores competencias que, en vez de ser empleadas en dar un mejor servicio al ciudadano (algo facilitado además por la proximidad y comodidad; que no todo sea organizado desde Madrid) se van empleando en construir un sentimiento de identidad nacional que progresivamente vaya radicalizando a la población (y que ya venía de finales del siglo XIX; no tiene desperdicio leer a un xenófobo consumado como Sabino Arana que llamaba despectivamente “maketos, la raza más vil y despreciable de Europa” a los españoles [referente del nacionalismo vasco] o a otro fenómeno como Vicenç Albert Ballester [uno de los referentes del nacionalismo catalán], cuya firma era “Viva Cataluña Independiente y Muera España”), alejándola del objetivo común: ese grupo ideológico es el separatismo.

El nacionalismo – separatismo es, por lo tanto, una ideología decimonónica tanto por los ideales que defienden como por la época en que surgieron, se basa no en el amor, el interés y el apoyo a una determinada región, sino en el empleo de ésta como excusa para propagar odio y resentimiento hacia el conjunto del país al que la región en cuestión pertenece; país éste al que se acusa de todos los males mientras el espíritu autocrítico y la capacidad de autoevaluación se revelan nulos a la hora de analizar la actuación propia. O lo que es lo mismo: el separatismo, además del egoísmo y egocentrismo por definición intrínseca, es una tangible muestra de mediocridad.

El separatismo es, además de todo lo anteriormente citado, fenómeno común a regiones ricas y punteras de países; donde los gobernantes regionales en cuestión, henchidos de falso orgullo y ávidos de crear un nuevo espacio adicto a su causa particular, azuzan y avivan esta supuesta superioridad (llámese lebensraum en la Alemania nazi, el RH distinto en el caso vasco según Arzalluz o las proximidades genéticas de los catalanes de acuerdo con Junqueras). Lo que está claro, es que la ideología separatista comparte núcleo y raíces, es idéntica ya sea en Cataluña, en Escocia, en Córcega, en Eritrea, en Sudán del Sur, en Flandes, en Vascongadas, o donde sea; siempre sigue el mismo patrón: una región rica en un momento dado del tiempo, donde sus gobernantes, ávidos de mayor poder, llenan de odio a los ciudadanos de la región en cuestión, a los que lanzan contra el país al que pertenecen, con el objetivo último de llegar a establecer su cortijo particular. Si se me permite la expresión, el separatismo es la misma broza con distinto color; si bien el olor es el mismo: a broza. En otras palabras: una estafa ideológica.





UN HIPOTÉTICO REFERÉNDUM. RAZONES POR LAS QUE NO.

El separatismo lleva machaconamente exigiendo un referéndum donde los catalanes decidan el destino de una de las regiones de España (Cataluña) desde hace finales de 2012.

1)   El referéndum es, planteado como lo hace el separatismo, antidemocrático. Tanto un hipotético referéndum como la propia democracia exigen el respeto al Estado de Derecho y a los derechos fundamentales. La democracia, por lo tanto, está sujeta al respeto a la ley a fin de que las soluciones discurran por cauces no arbitrarios porque lo contrario es la ley de la selva. Por ello, para abrir la posibilidad de un referéndum, primeramente habría que reformar nuestra Carta Magna.

2)   El contexto general, no lo perdamos de vista, es el de crisis generalizada en toda España. Si bien en Cataluña el paro se ha mantenido en línea con el resto de España y el nivel de renta se ha mantenido, en cambio la crisis en Cataluña se ha manifestado fundamentalmente por la fuga de empresas, especialmente elevada en 2013 y 2014 por la creciente tensión política (víspera y año del famoso simulacro de referéndum del 9 de noviembre donde los propios organizadores llegaron a manifestar que “si viniera un observador internacional, diría que Cataluña es Guinea” [lejos por lo tanto, parece, de la Suiza / Dinamarca / Noruega del Mediterráneo a las que le gusta apelar al separatismo]). No parece, por lo tanto, que el separatismo tenga autoridad y sea la solución a problemas de índole económica. Baldío intento del ex-President Artur Mas para ocultar la gestión / legislatura más frívola y chapucera de toda la Historia de Cataluña, sólo superada por la debacle en ciernes de Puigdemont.

3)   Y el contexto intrínseco al nacionalismo, es el de un especial fortalecimiento en estos últimos años donde ha alcanzado el 40 - 45% y el 48%, viniendo de apenas un 15% de ciudadanos catalanes separatistas hace 12 años, según el Centre d’Estudis d’Opinió de la propia Generalitat. Por lo tanto, el movimiento actual separatista, que esperemos sea además efervescente, es netamente coyuntural (y no estructural). Una mayoría coyuntural, mientras no sea sostenida en el tiempo ni crezca => no justifica tal decisión pues está sujeta a vaivenes, ya que de la misma forma que ha llegado puede también desaparecer.

4)   En un mundo que desde hace décadas camina hacia la globalización, hacia la aldea global, con más de 200 procesos de integración entre países (aquí al ejemplo de la cincuentena más importante), a diversas escalas (de los cuales el más importante es el de la UE) => resulta completamente anacrónico y extemporáneo, absolutamente fuera de lugar que grupos minoritarios quieran obviar la conocida máxima de “la unión hace la fuerza” y decidan desentenderse del todo, tanto del país al que pertenecen (España) como de la unión más amplia a la que por pertenecer a España forman parte (la UE). Sólo la absurda locura, el empecinamiento obstinado en la irracionalidad y la total ignorancia de unos políticos lamentables pueden llevar a toda una sociedad a tamaño disparate. Y el teórico argumento de que “somos mayoría” (si en algún momento así lo fueran) tampoco puede ser óbice para reconocer semejante error: los ciudadanos de la Alemania nazi también eran mayoría en los años treinta.

5)   Pese a todo: ¿Y si se convocara el referéndum? Para que un referéndum ofrezca las máximas garantías, éste, con carácter previo, ha de responder a las siguientes cuestiones:
a)   Establecer participación mínima para que el resultado sea válido / vinculante. Sería deseable al menos un 70% para que el resultado fuera verdaderamente representativo e inapelable.
b)   Establecer porcentaje mínimo de votos válidos para que el resultado sea válido / vinculante. En las democracias actuales se distinguen entre 3 tipos de mayorías: mayoría simple (partido que obtiene más votos), mayoría absoluta (mitad de votos + 1) y mayoría cualificada (2/3 de los votos). Es esta última fórmula la utilizada para modificar cualquiera de las leyes fundamentales de las democracias modernas.
Tanto el punto a) como el b) son claves pues son los que dotarán o no de validez al resultado final del referéndum, que se trata por lo tanto de que éste sea lo más válido y representativo posible. ¿De qué serviría si no, un referéndum (pongamos por caso) aprobado afirmativamente por un 70% de los votantes, si aquellos que han acudido a votar son, pongamos un 40%? Esto anterior implicaría que el hipotético referéndum se aplicaría con los únicos votos del 28% de la población (resultado a todas luces insuficiente para tomar una decisión tan trascendental como lo sería el abandono de un país)
c)   Establecer edad mínima de participación en el referéndum, que no tiene por qué coincidir con la mayoría de edad ni/o con la edad de voto.
d)   Formulación clara de la pregunta, a consensuar entre las diversas fuerzas políticas.
e)   Pasos a seguir para el supuesto de una hipotética (en este caso) salida del país; esbozos a ser formulados antes del hipotético referéndum y desde luego sin mentir a la población (tal como hizo UKIP en Reino Unido; o tal como hacen los separatistas en España [por citar sólo uno de los múltiples ejemplo], arte éste, el de la mentira y el engaño, donde son verdaderos maestros)
P.d.: Todo lo anterior (el hecho de no establecer unas reglas prudentes, razonables y claras) es lo que el Reino Unido debería haber hecho: delimitar unas reglas caras que justifiquen semejante decisión y no lleven a que un país se parta en dos (o a que la sociedad catalana se divida en dos), y que por no hacer los ha llevado a salir de la UE. De momento la libra se ha dejado de forma progresiva casi un 30% de su valor desde que hicieran el referéndum (y eso que todavía no han salido de forma efectiva) Que nadie dude el (todavía mayor, esto sólo es un avance) impacto negativo que todo esto tendrá en el Reino Unido.

6)   Sin embargo, para que el anterior punto se diera, antes habría que solucionar un problema de fondo, más básico y por lo tanto de mayor calado todavía: qué parte de la población tiene derecho a votar. ¿Sólo Cataluña? Por más que el separatismo haga ojos ciegos, es una decisión que por su relevancia, complejidad y consecuencias no sólo atañe a los ciudadanos catalanes, sino al conjunto de la ciudadanía española. Muy probablemente un porcentaje muy elevado de la población española también querría votar. Así que, de lo mínimo que cabría hablar (en el hipotético caso de una mayoría separatista) es de un solapamiento de mayorías que conduciría a un conflicto necesario de solventar antes de acudir al referéndum. En su egoísmo, chovinismo y egocentrismo, el separatismo debería dejar de mirarse el ombligo, alzar la cabeza y ver más allá de la punta de su nariz, reconociendo los vínculos con el resto de España no ya sólo de la Cataluña territorial entendida como delimitación geográfica, sino de muchos de sus ciudadanos así como del resto de conciudadanos españoles: Jo també vull votar / yo también quiero votar.

7)   Validez temporal del referéndum: Hay un riesgo evidente a la hora de convocar un referéndum de estas características, y es (ligado al punto 2) el carácter coyuntural o no de la mayoría que hipotéticamente lo apoyase: ¿qué representatividad podría tener una hipotética mayoría en un año dado, en un contexto determinado, cuando en toda una serie de años anteriores las cifras han sido mucho inmensamente más bajas? ¿Cuántos referéndums adicionales habría que hacer (y cada cuántos años) en caso de que saliera la opción de la permanencia en España? ¿Hasta que salga la opción separatista? (sirvan como ejemplos que Escocia, que ya tuvo su referéndum en 2014, ya están pidiendo uno nuevo; mientras Québec, con referéndums en 1980 y 1995 ya buscan una nueva reválida a ver si al final suena la flauta) En ese caso, ¿habría luego nuevos referéndums cada determinado tiempo con la posibilidad de volver a la situación de partida? Son, todas éstas, preguntas retóricas que encuentran respuesta en el último objetivo separatista de alcanzar la independencia (tal como están demostrando) a toda costa, cueste lo que cueste y aun cuando tengan que saltarse la ley. Miseria, mucha miseria.


Afortunadamente el separatismo no ha tenido la inteligencia suficiente para esconder su cara más autocrática y totalitaria, anticipando claramente lo que se les vendría encima a los catalanes caso de una hipotética Cataluña independiente:
1)   La ilegal Ley de Transitoriedad Jurídica, por la opacidad y urgencia con que se ha tramitado además de sin tener en cuenta a la oposición (que se terminó ausentando en pleno de la votación), se ha saltado cualquier mínimo trámite democrático. Sin contar con la polarización social y escalada de tensión que todo este proceso ha generado y está generando.
2)   Sin abundar en una ley que jamás entrará en vigor, pero el hecho de que los hipotéticos jueces del Tribunal Supremo fueran nombrados por una mayoría absoluta ¡parlamentaria! transgrede cualquier mínima base democrática donde la separación e independencia de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) es ineludible. Algo tan básico y fundamental que aparece en los libros de texto de primaria es una de las muchas cosas que voluntariamente obvia el separatismo.
3)   Adicionalmente, las prisas separatistas por celebrar el referéndum e instar a que los propios electores impriman sus papeletas en casa, es uno de los mayores ridículos que se han visto en democracia: no solamente por la fantasía de que las papeletas dejen de estar ya preparadas de antemano por la entidad convocante (uniformidad), sino por la propia ruptura del secreto de voto. Aunque quizá también esto haya sido estudiado al detalle por el separatismo, para así poder (en un hipotético Estado independiente) controlar más a la población teniendo ya indicios de “catalanes buenos” y “catalanes malos”.

A un ejemplo de país serio, como lo es Francia, le ha bastado una simple quema de su bandera para exigir, a través de su consulado, actuación judicial. Todos los atropellos separatistas que se vienen sucediendo desde hace más de 2 décadas, a partir de los pasos cada vez más exacerbados del nacionalismo en las 2 décadas precedentes a aquellas, no se habrían producido en cualquier otro país serio de nuestro entorno. Aquí en cambio, ha primado una “libertad de expresión” mal entendida al haber colisionado (por parte nacionalista – separatista) con los derechos a la dignidad y al honor del resto de ciudadanos no ya sólo españoles, sino también de los catalanes no separatistas que se ven obligados a soportar pitadas al himno nacional, constantes retiradas de los toros de Osborne de las carreteras catalanas, quema de banderas españolas (y homenajes a etarras), retirada de banderas españolas (como recordatorio, oficial y no adscrita a ninguna ideología) cuando no suplantación por esteladas (como recordatorio, no oficial y adscrita a diversas corrientes separatistas según el color) de organismos y eventos oficiales, etcétera, etcétera y etcétera. Ante este desafío, y visto que la fuerza de palabra no es suficiente para rebatir las mentiras y el odio separatistas, lo que queda es el respeto a la ley y la actuación judicial: es el funcionamiento del Estado democrático y de derecho. Además de la salida automática de la UE y obviando el veto indefinido del resto de España (que ningún separatista entienda aquí animadversión ni venganza, sino reacción de la contraparte a una decisión tomada: ¿cómo un separatista pretende entrar en un proyecto común si odia a los conciudadanos de su propio país?), parece improbable que un hipotético futuro Estado autocrático pudiera ingresar prontamente en la UE, una vez escuchadas las declaraciones del Presidente del Parlamento Europeo.




SOLUCIONES PROPUESTAS

1)   Recentralización urgente de la política Educativa (al menos la Educación no universitaria) como punto más clave e importante de todos. El separatismo ha aprovechado la descentralización educativa para extender ilimitadamente su ideología. En concreto, en Cataluña y el País Vasco esta competencia fue transferida en 1980 para la Educación no universitaria, y 1985 la universitaria. Así, las generaciones más jóvenes son, de largo, las más proclives a la secesión, algo que, indudablemente, tiene que ver con la educación recibida. Ya se sabe: de aquellos polvos estos lodos.
Es imperativo que el Estado recupere en exclusiva esta competencia no ya sólo para controlar lo que se imparte en determinadas materias como Geografía e Historia, sino que, en doble sentido, las lenguas cooficiales (que, no lo olvidemos, son parte del patrimonio cultural de España) sean impartidas no ya solamente donde son cooficiales sino que, también en algún momento dado, nociones básicas sean impartidas en el resto de España de vasco, catalán y gallego. El objetivo es evidente: lejos de impartir una Educación descentralizada y por lo tanto regionalizada y parcial => impartir una Educación centralizada, global y que contribuya a estrechar lazos y crear nexos. Finalmente, tras el desafío separatista del último lustro, no solamente es el momento de re-centralizar la Educación, sino que además es la ocasión propicia para que ésta sea comprendida por el conjunto de la sociedad.

2)   Establecer un límite a las subvenciones a medios de comunicación (pongamos por caso, un límite máximo porcentual a los ingresos generados con tope monetario que además también podría estar limitada al área de actividad). Y es que, paralelamente y en adición al punto anterior, el separatismo ha impregnado los medios de comunicación catalanes y la vida social regando hasta la saciedad con subvenciones públicas infinidad de asociaciones de diversa índole, pero sobre todo medios de comunicación y (teóricamente) información que, de otra forma, o bien no existirían o bien no propugnarían la ideología separatista con tanto énfasis. Es aceptable que existan ayudas, pero tienen que ser eso, ayudas, y no el recurso fundamental / casi exclusivo de medios que, como dicho, de otra forma no existirían: sirva el ejemplo (entre otros muchos) que El Punt Avui (diario declaradamente separatista) obtiene un 45% de sus ingresos gracias a la subvención de la Generalitat. Esto, aparte de ser políticamente injusto por sobre-representar la fuerza del separatismo en la sociedad, es económicamente una aberración, por estar tirando el dinero en vez de invertirlo en proyectos de mayor provecho para toda la sociedad catalana.

3)   No más negociación con grupos separatistas cuando se esté poniendo en peligro el interés general del conjunto de la nación, del conjunto de España (tales como pueden ser una aprobación de los Presupuestos Generales del Estado o una investidura Presidencial). Hay que poner fin de una vez y para siempre al “tú apóyame en Madrid y mientras haz lo que quieras en Cataluña / País Vasco” que se remonta en España ya a los años ‘80. Esto lo único que hace es nutrir las ansias inagotables de grupos que no velan por el interés de todos y cuyo objetivo es, más allá de dinero y/o competencias => la independencia / el separatismo.

4)   Negociación fiscal es posible, pero evidentemente con límites y líneas rojas a no transgredir siendo, entre otras, la solidaridad interterritorial (y más que entre territorios entre personas) que debe primar para que un sistema económico contribuya a no crear excesivas desigualdades.

5)   Pacto de Estado (buscando aglutinar el máximo posible de fuerzas políticas) para zanjar de una vez por todas el modelo de Estado, el modelo territorial, que increíblemente, 40 años después de la llegada de la democracia, sigue abierto y sujeto a debate por múltiples actores, cada uno con sus ideas (¿Estado Autonómico? ¿Federación? ¿Nación de naciones?) y que hace dedicar muchos recursos y mucho tiempo de debate innecesario a discutir sobre algo básico que en ningún país europeo se discute ni se pone en tela de juicio (¡a diario!) por una pura cuestión de poder dedicar el máximo posible de fuerzas a presentar una mayor fortaleza y encarar de forma común los distintos desafíos que, al final, presenta la vida. El Estado Autonómico ha sido un éxito rotundo, pese a las voces discrepantes, y ha permitido a España un progreso notable en múltiples áreas.
Pero ese éxito, sin embargo, no se ha comunicado de forma adecuada, eficiente ni efectiva a las diversas partes, a fin de integrarlas y hacerlas partícipes de algo que, en suma, es patrimonio de todos.



CONCLUSIÓN

Por todo lo anteriormente expuesto, ni es deseable un referéndum (a menos que votase el conjunto de la nación española), ni es deseable una escisión de ninguna parte del territorio, ya que a todos afecta y para todos son las consecuencias. Juntos somos más fuertes y España, pese a sus defectos (que los tiene) es un país con capacidad suficiente para solventar holgadamente problemas internos y para tener mayor peso e influencia en el contexto internacional, en parte reducida tanto por la crisis en un primer momento como por el propio separatismo ahora.

El separatismo es un cáncer para cualquier sociedad, ya que hace perder tiempo, dinero y muchos esfuerzos; muchos, demasiados recursos dedicados, en definitiva, a resolver un problema creado por intereses espurios y oscuros. Recursos que, indefectiblemente, podrían ser dedicados a resolver los problemas que de verdad afronta cualquier sociedad / país: desempleo, corrupción, incrementar riqueza de sus habitantes, mejorar condiciones laborales, terrorismo y un largo etcétera. Recursos que, al final, son empleados en evitar que una parte tira piedras contra el tejado de todos.
Por más que los dirigentes separatistas proclamen a los 4 vientos su profundo “amor” (jurado) a la región en cuestión, los hechos cifras demuestran que, por el contrario, se han convertido en los mayores detractores y los peores representantes de sus regiones.
Sus palabras hablan de “amor” y de un (falso) “orgullo patrio”. Sus hechos, las cifras, hablan de regiones en caída libre, con una imagen negativa y profundamente deteriorada que proyectan de su región al resto de la sociedad (no ya solo la española). El daño de los Pujol, Mas, Junqueras, Tardà, Puigdemont, Carod-Rovira y un largo etcétera de impresentables => es para hacer cualquier cosa, pero no para estar orgulloso.

El Estado de las Autonomías se concibió así y se ha ido desarrollando no sólo para alcanzar la reconciliación nacional tras la Guerra Civil y la ominosa dictadura, sino también para dar cabida y espacio al propio nacionalismo que ha ido degenerando hacia un exacerbado separatismo por una total falta de comprensión de las nuevas reglas del juego, de un Estado de las Autonomías que es de todos y para todos. Básicamente se les ha dado la mano y nos han tomado el brazo.
Más del 90% de las competencias ya han sido transferidas (en total, desde 1978, se han firmado 1994 acuerdos de traspaso de competencias del Estado a las distintas CCAA). Lo que hace que, en realidad, las CCAA sean de facto independientes, alcanzando mucho mayor grado de autogestión que los länder alemanes y que los cantones suizos (no digamos que los departamentos franceses). Por cierto, países aquellos, ALE y SUI, que se constituyen en Federaciones (que nadie se deje engañar por el nombre de Confederación Helvética ya que el funcionamiento es en realidad el de una Federación). Con lo cual, nuestro original Estado de las Autonomías está en realidad más descentralizado que las propias Federaciones.

Y para concluir: Cataluña es la CCAA que muy de largo tiene mayor autonomía concedida (ver gráfico de abajo) ya que dispone de 189 acuerdos de traspaso de competencias, muy lejos de los 155 y 154 de Andalucía y Galicia, respectivamente. Lo cual quiere decir que, cuando un (frustrado) separatista señala con el dedo al resto de los españoles y los acusa de ser la fuente de todos sus males => demuestra en realidad una mediocridad supina, abismal, una total falta de espíritu autocrítico y un infinito egocentrismo (lo que se conoce como ser un caradura y un sinvergüenza, vamos) porque dicho lo anterior, se puede afirmar que de facto, en realidad Cataluña funciona como un Estado independiente desde hace muchos años / varias décadas.

 

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la CEOE

En suma: tras tantas décadas de cesiones, concesiones y retrocesiones donde el separatismo ha aprovechado la descentralización (sirviéndose muy especialmente de la descentralización educativa) para impregnar toda la vida social a través de medios de comunicaciones adictos; sirviéndose de mentiras, manipulaciones y engaños (una estafa ideológica en estado puro) y considerando el nuevo órdago lanzado por un puñado de políticos irracionales e irresponsables que llevan a la sociedad a la que representan a cabalgar desbocada hacia la fractura social interna y ruptura externa con todo lo demás => ha llegado el momento de que el Estado (tras décadas de inacción) a través del Gobierno y buscando el acuerdo del máximo posible de fuerzas políticas (incluidas las separatistas, si existiera por su parte un mínimo de raciocinio) tome cartas en el asunto y ponga solución definitiva a un verdadero problema para España, un problema grave porque le hace perder muchas fuerzas y muchos recursos en librar batallas contra los desplantes y los constantes desprecios y desafíos separatistas. Batallas que, países serios y punteros (como Alemania, Francia, Suiza, Estados Unidos, los países escandinavos y un largo etcétera) ni siquiera se plantean por cuestión de higiene política / productividad y crecimiento económicos.

Creative Commons

 
Licencia de Creative Commons
El Ventilador by Pedro Héctor Pérez García is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.



 


Safe Creative

Registrado en Safe Creative