miércoles, 17 de abril de 2019

DEBATE POLÍTICO A SEIS: ELECCIONES 28-A


DEBATE POLÍTICO A SEIS: ELECCIONES 28-A

Tres comentarios generales y un rápido análisis de cada candidato, en relación al debate político que acabamos de presenciar, de cara a las próximas Elecciones Generales a Cortes del próximo 28 de abril:



1)   Esto debería haber sido un debate entre candidatos, un cara a cara. Mandar a segundos o terceros espadas, al equipo B, al equipo suplente, puede dar al traste por completo con la estrategia política del partido en cuestión; ya sea por falta de preparación del candidato, por no tener el suficiente rodaje (muy necesario en un cara a cara público) ante millones de espectadores que en unos días decidirán el futuro del país para los próximos 4 años.



2)   El formato del debate ha propiciado que éste haya sido caótico, con un moderador a veces excesivamente permisivo y que no ha sabido imponer el rigor ni en el tiempo ni en la concesión de la palabra a los candidatos. Las interrupciones entre los candidatos y la falta de moderación hacían perder fluidez y agilidad al debate.

Queda para el recuerdo el anhelo de aquel famoso programa, titulado “59 segundos”, donde el micrófono se retiraba automáticamente del candidato tras el cumplimiento escrupuloso del citado tiempo, dando así las mismas oportunidades en lo que a tiempo se refiere a cada representante. Lo visto esta noche en televisión en determinados momentos, sumado al efecto de enviar a segundos y terceros espadas, se asemejaba más a una bronca entre verduleras en el mercado de abastos que a un debate político propiamente dicho.



3)   En el debate, estaban representados un total de 6 partidos políticos; 3 de ellos de alcance nacional y otros 3, desgraciadamente, de sensibilidad separatista / ámbito de actuación regional. Es decir, que mientras que la actual representación de estos últimos en el Parlamento es de 23 Diputados sobre un total de 350 (es decir, un 6’6% de los escaños), sin embargo Vascongadas y Cataluña son la principal sensibilidad de 3 de estos 6 invitados. Una sobrerrepresentación notablemente exagerada, que sin duda alimenta, para desgracia de España, ansias separatistas, dando en exceso voz y peso en la toma de decisiones a quienes en principio, no deberían tenerlo en tan grande dimensión. Un reflejo del funcionamiento de la democracia española.





POR CANDIDATOS:



  Irene Montero – Podemos: Se ha ceñido a presentar las propuestas de su partido, con una puesta en escena correcta y clara. Además, ha evitado dar el espectáculo de dimes y diretes que buscaba la representante popular. Se podrá comulgar o no con las ideas del partido que defiende, pero su participación y preparación general ha sido de lo poco salvable del debate.



  Aitor Esteban – PNV: Si un extranjero que no sabe nada de España hubiera contado hoy con traducción simultánea le habría dado la impresión de haber estado viendo a un representante del Estado con vocación, a un estadista; especialmente por sus intervenciones en la primera mitad del programa. Su calma general y respetuosa ha contrastado muchas veces con la algarabía general.

En lo que se refiere a su ideario político, al final la cabra tira al monte y ha aprovechado, como buen separatista, para reiterar la gran mentira (o cuando menos verdad sesgada) de que el Estado no invierte en Vascongadas, obviando que su propio partido fue el principal impulsor del actual Estatuto de Autonomía de Vascongadas donde se estipula que la recaudación tributaria en este territorio se hace exclusivamente por esta Región. Además, en lo que a tributos se refiere, Vascongadas contribuye al conjunto de la nación a través del famoso Concierto Vasco (Convenio navarro en Navarra), una forma oscura y opaca de calcular la contribución de Vascongadas a las arcas del Estado y que probablemente sea inferior a la que la regla económica de la redistribución de la riqueza (aplicada en mayor o menor medida en cualquier país) a través de los impuestos, probablemente sea en Vascongadas muy inferior de lo que debería en virtud a su renta per cápita, y como dicho, no alineada al resto de Autonomías. Razones, en suma, por las que, efectivamente, el Estado no invierte en Vascongadas (salvo, además, aquellos elementos que son competencia exclusiva del Estado, como determinadas infraestructuras). 
Agradable intervención. Pero el separatismo es esto.



  María Jesús Montero – PSOE: Se dice en el mundo del ciclismo que “el maillot te da alas” y esta noche efectivamente las alas las tenía quien ostenta el poder, el PSOE. Preparada, apoyándose con datos, replicando si necesario, a veces en exceso (entrando así en el juego ruidoso y de barullo que a veces planteaban otros representantes), al menos se sabía la lección y daba la cara (una vez más) por la gestión de su partido, siendo ésta la más crucial de todas las veces que lo ha hecho desde que cogió la cartera ministerial hace ahora un año.



  Cayetana Álvarez de Toledo – PP: Su participación ha sido, sencillamente, lamentable. La suya ha sido la participación, muy de largo, más deficiente. Lo mismo que Gabriel Rufián, ha buscado un debate de perfil bajo, donde interrumpía al resto de participantes (especialmente a la representante socialista) de manera constante, sin dejar hablar, propiciando una participación bronca y de decibelios, más propia de un programa del telebasura que de un debate político. Tanto es así que incluso ha llegado a amenazar (en la televisión pública), con denunciar a la representante de Podemos, tras una interpretación voluntariamente victimista de las palabras de ésta en referencia a defender una violación. Con independencia de las ideas políticas de cada uno, la ha faltado preparación en lo que se refiere a propuestas tangibles, y lo que es peor, educación y respeto. Volviendo al primer punto de las consideraciones generales, esto es lo que pasa cuando uno envía al equipo B (o a los alevines) al campo de batalla: que uno se pregunta de dónde han salido.



  Inés Arrimadas – C’s: Como acostumbra, fresca y brillante, curtida como viene de todas las trampas separatistas que soporta a diario en el Parlament regional catalán, ha estado correcta en sus propuestas y, como Montero, entrando al quite (a veces en exceso) cuando la excesiva flexibilización del debate lo permitía. Desgraciadamente, ha sido víctima del grave error estratégico de su propio partido al rechazar de plano al PSOE y restringiendo su ayuda política al PP, cuya representante, además, ha sido nefasta.



  Gabriel Rufián: fiel a su estilo tabernario y de cocina, ha apostado por un perfil bajo, con constantes gesticulaciones, aspavientos (se le oía incluso suspirar), repetición de palabras e interrupciones al resto de contendientes (especialmente a C’s); si bien, por fortuna, no tan marrullero como acostumbra y más bajado de revoluciones de lo que suele. Algunas de sus propuestas resultarían interesantes de no ser porque en su boca, o en la del partido que él representa, carecen de la más mínima credibilidad. Conmovedora y apelando al sentimiento separatista ha sido su intervención final, donde “acababa de reunirse en la celda con Romeva y Junqueras”. Es decir: dos de las personas que están acusados de delitos gravísimos contra la convivencia de todos los españoles y por los que actualmente están siendo juzgados.



  CONCLUSIÓN:

  La fragmentación política de España (de bipartidismo a pluripartidismo), el auge de los separatismos y el golpe de Estado en Cataluña, la no superada crisis, el paro, la corrupción y, más globalmente, el entorno internacional de incertidumbre (tanto a nivel político como económico) han contribuido a que el tono general de la política española de los últimos años sea peligrosamente bronco, malo, enfarragado, carente de miras a largo plazo y sin un líder claro vocacional, y que aunque quizás esté en construcción, desde luego hoy no ha estado presente.

Difícil pronosticar lo que decidiremos los españolitos de a pie, en apenas 10 días. Pero tampoco es que tengamos (desde luego y muy a pesar del multipartidismo), un gran caladero donde elegir: el nivel es bajo, mediocremente ínfimo, de lo más prescindible que hemos conocido en democracia.