jueves, 1 de julio de 2010

EL RECORRIDO

...así, justo por eso que había pasado. Tenía la mirada perdida. Sus ojos, vidriosos, desencajados, inmóviles, insípidos, revelaban la seca lectura del vacío, la ausencia, la insignificancia; de la nada. Realmente, no alcanzaba a explicarse cómo había alcanzado esa situación, pese a todo. No lo entendía. No lo esperaba. No lo creía. No lo creía. 

Cerró sus ojos, sin duda lamentando la situación. Y se acordó de que había sido muy muy grande, no hacía tanto tiempo. Recordó aquellas tardes mágicas, maravillosas, aquellos atardeceres espléndidos, llenos de vida, plenos, gracias a sus victorias.

De uno de los ojos brotó una solitaria lágrima. No lo entendía. No lo esperaba. No lo quería creer. Se contraponía a aquel otro sentimiento de vitalidad, de plenitud, de grandeza; tan presente no hacía tanto.

La lágrima prosiguió su camino sorteando los poros de aquella mejilla pálida, incolora, tensa, cuasi-inerte, acorde con sus ojos. Insípida.
Una procesión de imágenes cabalgaba en su memoria, positivas, de unión. Las últimas eran antónimos. No lo entendía. No se lo quería creer.

Aquella lágrima ya había llegado al ángulo de mandíbula, y pacientemente, aguardaba a recoger el agua suficiente para terminar su viaje. Se acordó de aquel mentor, aquel guía, aquella luz a quien tanto quería, que con tanta confianza había seguido. 

En su precaria posición, la lágrima temblando, agotaba sus posibilidades. Sintió un suave susurro, difuso, casi inaudible. “Vamos a…” “Voy…” “Vas a sacarte de aquí”.
Impulsivamente abrió los ojos. Por un momento, volvieron a refulgir, recuperando aquella vitalidad. Perderla, había sido casi una profanación. Recuperando aquel brillo, aquella vivacidad característica. Aquella fuerza. Su mirada volvía a revelar, volvía a vivir.
La lágrima ya no titilaba en su mejilla. Quedaba un recorrido.



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El Ventilador by Pedro Héctor Pérez García is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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