miércoles, 3 de agosto de 2011

LA GRAN MENTIRA NUCLEAR

LA GRAN MENTIRA NUCLEAR


Bueno, hace un par de semanas (o meses), más o menos, planteamos hablar un poco sobre la energía nuclear, las centrales, y las consecuencias que la utilización de esta energía conlleva.

Puesto que el tema es de actualidad (siempre lo ha sido, pero más tras lo de Japón) y candente (tanto que, personalmente es uno de los temas que de los que me quema hablar; pues es algo que alguien como yo, nada del otro mundo, es capaz de ver, no entiendo como una parte nada desdeñable de la población [lamentablemente, muchas veces con estudios] que pueden defender esta locura), no voy a andarme con mucha estética textual.

Lo del tema de las centrales nucleares, el eterno debate, los que defienden dicha postura, es algo que siempre lo plantean desde la óptica de la “rentabilidad”; creo que por todos es sabido que una cucharada de uranio produce más energía que 100 kg de carbón. Bien, bueno, desde una óptica de rentabilidad “energética” a corto plazo, esto es cierto, pero desde una óptica de “rentabilidad económica global”, que analiza los resultados en su conjunto y a largo plazo, dicha premisa deja de serlo.

Una central nuclear, se tarda, dependiendo del tamaño de la misma (fundamentalmente), entre 3 y 7 años en construirla. Durante este tiempo, por razones obvias, no produce beneficios (ni siquiera ingresos), y sólo genera costes (costes de edificación, licencias, permisos, salarios…). Dichos costes, además, en buena medida suelen ser sufragados en forma de subvenciones y ayudas. A partir de ahí, la vida útil de una central nuclear se estima en unos 40-50 años estirando mucho (pero muy mucho) su vida útil/prolongándola al máximo a través de ampliaciones de licencia (Garoña) [con el consiguiente incremento de riesgo, al estirar la cuerda de su vida útil más allá del límite para el que fue concebida].

En este período, a partir del tercer-cuarto año en que la central recuperará la inversión inicial (estamos ya entre el 6º-10º año partiendo desde su creación), la central, efectivamente, generará beneficios, que irán a recaer sobre la empresa gerente de tal instalación. Y a partir de esos 50-60 años, se acaban los beneficios de la central, pues por seguridad hay que cerrarla. Pero a partir de aquí, la central nuclear sigue generando costes, mientras que sus ingresos son igual a cero. La central, no se puede “abandonar” así como así, y de hecho, tal es la toxicidad de los elementos que contiene, que la única forma de “abandonar” una central nuclear, es creando una “montaña artificial” encima que la recubra completamente (Chernobyl, donde dada la magnitud del accidente tuvieron que construir un primer sarcófago que a principios de 2000 constataron que ya no daba para más, teniendo que construir uno nuevo desde 2004 [traducido: dada la magnitud de los riesgos, gastar más dinero en construir un segundo sarcófago, obras desde 2004 aún sin terminar, y sin saber si, evidentemente, en el futuro hará falta seguir construyendo sarcófagos para “enterrar” la central {el reactor que estalló}]), o bien desmontándola poco a poco, habiendo siempre una parte de la misma (el núcleo, el reactor nuclear [lo esencial]) con la que no se puede hacer nada salvo esperar (cientos y cientos de años [pese a todo, los estudiosos en la materia esperan que la radiactividad de la central ya cerrada de Vandellós esperan que el núcleo sea accesible en el 2028]) a que “se termine de desactivar” de una forma más o menos natural, tomando, evidentemente, las pertinentes medidas de cubrimiento, recubrimiento y requete-cubrimiento (a saber cuántas veces [en Chernóbyl, van 2 en 20 años. Se estima que los residuos dejan de tener efectos radiactivos 6000 años después]).

Y a partir de esos 40-50 años de vida útil, lo que vienen son gastos; gastos, como acabamos de decir, de desmantelamiento de la central nuclear, gastos de gestión de los residuos tóxicos (residuos que, por cierto, mientras que una central nuclear tiene una vida estimada de 40-50 años, resulta que la vida de los desechos que ésta genera se extiende hasta más allá de los esos 6000 años [por favor, pensemos: 6 milenios es nuestra generación, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente… en total, 600 veces más que la vida útil de la central {y los hipócritas, tildan a la nuclear de “energía limpia”}]. Para que nos hagamos una idea, si Narmer, primer faraón de Egipto, hubiera instalado centrales nucleares [año 3050 a.C] todavía hoy estaríamos sufriendo y almacenando y discutiendo por y sobre sus residuos radiactivos, desechos nucleares, que evidentemente, ya no solamente tienen un coste económico (mejor dicho, financiero) en términos de transporte, tratamiento y mantenimiento de los residuos, sino uno mucho más fuerte de tipo social y otro aún más fuerte de tipo natural (costes, por cierto, que los defensores de lo nuclear parecen olvidar) de los que en breve hablaremos.

Con unas matemáticas sencillitas (no hace falta hacer grandes alardes ni perderse en cuentas y/o fórmulas imposibles), se intuye (se demuestra) que una central nuclear, la energía nuclear, la rentabilidad de la misma, algo de lo que siempre presumen/alardean/vitorean/se pavonean los que están a favor de su utilización, se deduce que es un negocio literalmente ruinoso (para la sociedad en su conjunto, por supuesto).

Básicamente: las centrales nucleares son uno de los mejores ejemplos económicos de privatización de beneficios (por un corto período de tiempo, restringido a su vida útil) y socialización de pérdidas (durante milenios).


(Inciso: Efectivamente, una cucharada de uranio tiene un poder energético similar al de 100tm de carbón. Paralelamente, los residuos nucleares perviven durante milenios).


En resumen, y considerando la variable tiempo en años por debajo de la recta, y la variable sucesos económicos:

COSTE                 BENEFICIOS           PÉRDIDAS                 PÉRDIDAS
INICIAL
----------------------------------------------------------------/  /-------------------> 
Inversión         Producción eléctrica     Desechos                 Desechos
  inicial                                            nucleares                 nucleares
    0                             6                     50           ...            6000


De aquí se deduce que una central nuclear, en términos económicos, por más que los “pros” intenten defender que es la energía más rentable, es una falacia muy grande, porque una central nuclear da pérdidas obvias los primeros años, beneficios a medio plazo (que además sólo recalan en sus gerentes) y pérdidas (grandísimas, me atrevería a decir) a largo y a larguísimo plazo (pérdidas por los siglos de los siglos, en el más literal de los sentidos).

Es decir, incluso aun sabiendo que hoy por hoy es más barata la energía nuclear, decir que es más rentable es una falacia grandísima, enorme. Supone defender una falacia de dimensiones descomunales amparada en una miopía realmente extrema, que no considera los siguientes puntos:
1) Solamente se están considerando los beneficios y costes (económicos) de la energía nuclear en el presente, en el momento actual; tal como hemos visto, no se tienen en cuenta sus costes económicos futuros, ni tampoco sus otros tipos de costes (medioambientales, sociales…) Básicamente, estamos hipotecando las sociedades de muchas generaciones; éste es nuestro legado (¿a alguien le gustaría que sus padres le dejen una casa ya hipotecada?).
2) La energía nuclear es, hoy por hoy, más barata puesto que dispone de economías de escala sustentadas (entre otras razones) en que ya cuenta con una red de distribución que alcanza toda su demanda; algo fundamental de lo que hoy por hoy no disponen las energías renovables. ¿Sería esto así si el esfuerzo inversor se centrara en las energías renovables?
3) Una parte del precio que se paga por las energías renovables, es “precio ecológico”, es decir, dado que en nuestra sociedad, pensamiento y formas de actuación, está cada vez más instaurada y clara la conciencia ecológica, las empresas se aprovechan de esta circunstancia para cobrar un precio suplementario que por dicha razón el consumidor está dispuesto a pagar. (En suma, hay una parte del precio de las energías renovables, que no es precio de coste, sino que por la citada ineficiencia, lo podremos llamar “precio medioambiental” o “precio ecológico” [para que se entienda, ésta es la misma razón por la que los productos de Comercio Justo son más caros]). Lo que evidentemente desconocemos, es el porcentaje de dicho “precio ecológico”. Y esto, que puede parecer una contradicción, no es una ineficiencia de la empresa, sino del mercado. En otras palabras, y doy aquí mi opinión particular: es responsabilidad ciudadana manifestarse y exigir este tipo de energía alternativa, energías renovables, que, si no puede ser ofrecida a precios competitivos por la mano privada (independientemente de la razón, ya sean ineficiencias económicas, grupos de presión… [lobbies]) sea ofrecida por el estado, del mismo modo que servicios clave, en una economía de mercado, los cubre el Estado del Bienestar (sanidad o educación, claves en cualquier sociedad que se precie).
4) Los que defienden esto, olvidan por completo (o asumen, no bajo el paraguas sino bajo el papel cebolla) el riesgo nuclear (tanto en la vertiente de aseguramiento de esta actividad económica) como en la de los costes finales por catástrofe (tan altos como se pueda imaginar y mucho más frecuentes de lo que pueda parecer), costes que además, al no estar asegurados, recaerían directamente sobre Estado.
5) Se olvidan también de que España, para producir energía nuclear, necesita uranio (como todo hijo de vecino), uranio del que dependemos 100% (además de depender también, casi en su totalidad, del gas y del petróleo [también hablaremos brevemente de este punto un poco más adelante]) y que hace que la exposición de nuestro país a crisis energéticas de cualquier tipo sea bastante más que muy elevada (hablando en plata: nos las hemos comido todas)
6) Y el apartado por excelencia, el de los residuos. Al margen de los famosos 6 milenios durante los cuales nos acordaremos que hemos utilizado energía nuclear, está el coste económico: en el Cabril, sólo se almacenan residuos nucleares de baja y media intensidad, mientras que para los de alta intensidad, alquilamos plaza en cementerios del Reino Unido y Francia respectivamente, residuos que de no re-aceptar para este mismo año de vuelta en nuestro país, deberemos pagar multas de hasta 60000€ diarios. Casi nada.


En este punto, cabe también decir, por otro lado, que la radiactividad (y por tanto la posibilidad de producir energía a partir de estos átomos) es conocida fundamentalmente desde 1903 con la polaca Marie “Curie”, y sus aplicaciones, sobre todo durante y a partir de la Segunda Guerra Mundial, con la carrera atómica.
Por el contrario, las energías renovables, si bien existe conciencia de que existen desde tiempos remotos, sus aplicaciones prácticas en nuestra sociedad se remontan a comienzos de los años 80 e incluso 90.
Viene ahora el turno de las preguntas retóricas: si todo el dinero que se invierte en la energía nuclear se invirtiera en las energías renovables, ¿acaso no sería más eficiente producir energía con fuentes renovables que con la nuclear? ¿Ya hemos olvidado cómo eran los ordenadores en los años 70 y la evolución en los 90, y los que tenemos ahora? ¿Acaso no lograríamos (por ejemplo) reducir el tamaño (y por lo tanto el impacto visual [“gran” pero]) de los aerogeneradores aumentando simultáneamente su capacidad? ¿Hemos olvidado que los paneles solares convierten a una casa en energéticamente autosuficiente?

Hasta aquí, hemos hablado de los costes derivados de la actividad nuclear, es decir, costes de producción y costes asociados al desarrollo normal de la actividad. Pero hemos obviado los riesgos y accidentes.
Uno de los puntos más conocidos y famosos, es el de los riesgos nucleares: en la actividad aseguradora y reaseguradora, el riesgo nuclear es, junto a la cláusula de exclusión por guerra/motín/rebelión… la primera exclusión de cualquier contrato de seguro-reaseguro (daños a la propiedad, salud, responsabilidad civil…). Y si no se excluye, o excluyéndolo finalmente se acepta (no conozco ningún caso), el precio de seguro-reaseguro es tan alto como nos alcance la imaginación; es evidente: si el riesgo finalmente se materializa en siniestro, habrá que apretarse los machos (y alguno quizá tenga también tentaciones de apretarse al máximo el nudo de la corbata) por la ingente cantidad a desembolsar (cantidad que, por elevada, es imposible de prever). Hasta tal punto se lleva esto en los citados sectores, que de hecho, de las centrales nucleares, solamente se asegura-reasegura el edificio en sí (es decir, los daños y destrozos causados como consecuencia de fugas, escapes o posibles explosiones que destruyan el edificio [Chernóbyl o Fukushima tras el maremoto], pero en ningún caso la responsabilidad civil (es decir, las indemnizaciones a pagar a todos los muchos damnificados en caso de catástrofe. Y al no estar aseguradas-reaseguradas, no hace falta ser muy druida para deducir que eso recae directamente en el Estado/la Administración Pública.
Valorando el riesgo en sí y desde una perspectiva de ilusión óptica infantil, podríamos extraer como conclusión que “las centrales nucleares son seguras porque hacen falta sucesos realmente extraordinarios (un terremoto de escala 9, un cúmulo de negligencias para hacer experimentos que llevan a saltarse todas las medidas de seguridad…) para que pase algo”. Nada más lejos de la realidad. Precisamente, todo puede pasar, pues la probabilidad de siniestro (la probabilidad en sí), siempre está presente (llámese negligencia, terremoto, fallo técnico o terrorismo, por ejemplo). Más aún, desde que (obviando las bombas atómicas) se diera el pistoletazo de salida a la siniestralidad nuclear civil con el accidente de Mayak en la URSS en 1957, hasta 7 siniestros de escala 5 ó superior (sobre un total de 7) se han producido a nivel mundial; lo que, estadísticamente deja la cifra en la nada desdeñable cuantía de un gran siniestro cada 7’7 años (muy por encima de las probabilidades de siniestro que ofrecen ciertos “estudios” [la realidad supera a la ficción, nunca mejor dicho]). Y claro, hablamos de siniestros grandes, graves, de impacto y repercusión, pero no estamos hablando de la infinidad de siniestros menores materializados en fugas y escapes que tienen lugar también a nivel mundial (por poner un ejemplo local, Garoña contabiliza hasta 4 fugas [reconocidas] desde 2003 hasta nuestros días [efectivamente: con Garoña hasta que explote]).
O podríamos atenernos a los dictámenes emitidos por el CSN para decir que las centrales nucleares son “seguras”. Lo cual es, cuando menos, arriesgado: el CSN, pese a que en sus estatutos se aparece como un organismo independiente, está formado por personas, que aunque aprobadas por el Parlamento, son designadas directamente por el Gobierno. Desconocemos hasta qué punto existirá o no equilibrio de consenso y/o posibles influencias. Y prosiguiendo con el CSN, en varias ocasiones ha reconocido oficialmente (ante la Cámara de los Diputados), en lo que a la central de Garoña se refiere, que existen grietas generadas por un proceso de corrosión que afectan de manera irreversible (la palabra es contundente y la subrayo: irreversible) a la vasija del reactor (el corazón de una central nuclear). En suma: no sabemos hasta qué punto el CSN cede a posibles intereses/lobbies/presiones externas.

La fría estadística es tan demoledora como amenazante: la vida media de las centrales nucleares europeas es de 27 años. En Europa existen más de 150 centrales nucleares en funcionamiento. Una central nuclear que ha estado en servicio durante 40 años, tiene una probabilidad de siniestro grave o muy grave de (aproximadamente) el 0’1%. La probabilidad de que Europa padezca un accidente nuclear máximo (un nuevo Chernóbyl) en las próximas décadas es del 16%.

Y si, lamentablemente, el siniestro aparece, las causas son de sobra conocidas: debido a Chernobyl, según la fuente de estudios, entre 70000 (las más optimistas) y 200000 personas (Greenpeace) han muerto como consecuencia de diversas enfermedades surgidas debido a la exposición radiactiva (y respecto al número de muertos, 2 consideraciones: a) en un accidente nuclear, el número de afectados/muertos… crece con cada día durante muchos años (difícil saber cuántos, pero sin duda muchas décadas) y b) conocer con exactitud el número de muertos debido a enfermedades generadas como consecuencia de un accidente nuclear, resulta estadísticamente imposible de conocer. A esto, se añade el coste para los vivos, en términos de cánceres y enfermedades varias; además de bajas permanentes por incapacidad trabajar. Hasta aquí tenemos el coste en términos de capital humano.

Los costes en términos medioambientales son, quizá, los más destacados y conocidos: para empezar, en el caso de Chernóbyl, la nube radiactiva llegó hasta Francia (ya veremos lo que pasa con Fukushima, y pese a que su ubicación no ayudó a minimizar los efectos del terremoto (la mayor parte de las centrales nucleares en Japón están en la costa este de su gran isla, Honshu, justo enfrente [a apenas 120 kilómetros] de la confluencia entre las placas tectónicas Euroasiática, Filipina, Norteamericana y Pacífica), puede ayudar, por el contrario, a que los residuos nucleares liberados a la atmósfera no recaigan directamente sobre la población japonesa y que tampoco lleguen al continente asiático (Japón [en concreto Honshu, la isla principal y donde se concentran la mayoría de las centrales nucleares] consta de islas muy montañosas), pero en cambio, se vea afectado el océano Pacífico, y evidentemente la pesca, con lo que el riesgo es incluso mayor, puesto que los peces se desplazan y podrían ser fácilmente capturados por cualquier barco de pesca de cualquier país (muy lejos ya de la zona cero donde la mayor parte de dichos residuos hayan caído) con lo que en el futuro, no habrá forma de saber si comemos pescado contaminado o no.

Volviendo a Chernóbyl, se estima que en al menos (muy al menos, a mi parecer) 300 años, el área más cercana a la central, seguirá permaneciendo incultivable debido a los efectos radiactivos. Y los efectos en flora y fauna, se sienten (y se seguirán sintiendo) hoy en día incluso en Alemania, donde se han llegado a cazar jabalíes con 40000 becquerelios por kg de carne (siendo la media de 6800 bcq/kg de carne, y lo que es más escalofriante: siendo el límite impuesto por la UE, de 600 bcq/kg de carne). Y hablamos de Alemania, cuya frontera más oriental dista unos 1000 kilómetros de Chernóbyl. Como vemos, los costes medioambientales son realmente caros, muy caros. Dramáticos.

Y entre otros, también podemos hablar de costes políticos (por ejemplo, decisiones de ciertos estados en orden a no adquirir/consumir carnes, legumbres y alimentos en general provenientes del país afectado).

El problema en general, respecto al uso de las energías renovables, es que, amparados en la comodidad que supone la utilización actual de energías como la nuclear o el petróleo [básicamente, no existe fuerte concienciación social acerca del uso y aplicaciones así como eficacia de las energías renovables; además de la existencia de lobbies y grupos de presión], rehusamos apostar por las renovables. Respecto al uranio, como hemos dicho, dependemos 100% de las importaciones, con lo que estamos expuestos a tendencias alcistas en los precios, que de otra parte, es lo único que podemos esperar en el futuro venidero por la propia ley de la oferta y la demanda (uranio como recurso natural, ya de por sí escaso por el lado de la oferta, e incrementos por el lado de la demanda, tanto por aumento de la población con necesidades energéticas como por la propia construcción de nuevas centrales nucleares o aumento de la potencia de las mismas, si es que seguimos empeñados en tamaña ceguera).
Y es que diversos estudios apuntan a que las reservas mundiales de uranio, paralelamente al petróleo, se agotarán entre 60-80 años vista, con lo que el problema energético, al seguir usando una energía no renovable y por lo tanto condenada a desparecer, seguirá estando presente si nos empeñamos en seguir auto-engañándonos para acudir a energías baratas hoy, pero carísimas a largo plazo.

¿Cómo sustituir la energía nuclear?

Hasta ahora, hemos demostrado que la energía nuclear no es la solución. Sin embargo, en algo coincidimos con los pros: es imposible suplantar hoy por hoy, completamente, de la noche a la mañana, la energía nuclear (evidentemente, pues no tenemos {hoy} las instalaciones necesarias para suplantar esta pérdida de potencia energética [estimada en el 10% de la energía que consumimos, y el 18% de la que producimos]).

Sin embargo, la apuesta no sólo de futuro (basta ya de hablar de futuro) sino de presente, a hacer ya, es clara, especialmente en nuestro país; en España, gracias a Dios, las alternativas renovables ofrecen muchas más posibilidades que una mera utopía (como se empeñan en hacernos creer los “pros” y miopes de la energía nuclear y del petróleo.
1) España es, con diferencia, el país europeo que más horas de sol disfruta al año. Sin embargo, y pese a que como hemos dicho, existe la casa energéticamente autosuficiente con energía solar, es Alemania (mucho más al norte) la que encabeza el ránking europeo (y mundial) de producción, con 22000MW instalados (Garoña tiene 466MW. La potencia nuclear en España es de unos 7800MW). El Gobierno de Ángela Merkel, promulgó una ley de incentivos a las empresas para el uso de energía solar a través de la instalación de paneles fotovoltaicos que preveía 100000 nuevos desde 2007. El éxito de la ley les ha llevado hasta más allá de 300000. Berlín cuenta con unas 1600 horas de sol año. Nuestra capital nacional se va hasta casi 3000. Sin comentarios.
2) España cuenta con hasta casi 8000 kilómetros de costa (7880). Por lo tanto, las posibilidades de extraer energía de las olas, de las mareas y de hasta el grado de salinidad son, cuando menos, considerables. No existen actualmente centrales mareomotrices en España.
3) En España, y esto sí que lo hacemos bien, somos líderes mundiales junto con Alemania en producción de energía eólica, con un total de unos 20000MW instalados.
4) Junto a estas 3 principales fuentes de energía renovables, existen otras de menor repercusión, no porque en sí no la tengan, sino por evidente falta de inversión e investigación: son las energías geotérmica y biomásica.

Todo ello, con la evidente ventaja de que, un país energéticamente hablando tan infinitamente dependiente como lo es el nuestro, donde importamos el 100% de uranio y más del 99% de gas y de petróleo, pasaríamos a ser completamente autosuficientes, y por lo tanto a no depender sino de nosotros mismos. En otras palabras, nos ahorraríamos mucho dinero en materia de importaciones y mucho dinero en materia de reparación de daños medioambientales. Y además, no estaríamos sujetos, tal como ya hemos dicho, a los dictados de los mercados internacionales que se rigen exclusivamente sobre la ley de la oferta y la demanda (obviando la especulación, lógicamente), así como del juego de grupos de presión, lobbies y demás intereses creados; evitando por tanto, que en países de América Latina, el petróleo cueste apenas céntimos de euro, y aquí el litro se vaya hasta mucho más allá del euro. El ahorro económico sería realmente a tener en cuenta, puesto que, tal y como hemos indicado, la única tendencia que pueden seguir los precios energías no renovables procedentes de recursos minerales escasos (uranio, petróleo y gas natural) es al alza.
Sería un paso importante puesto que además, desde una perspectiva de innovación, de progreso y de adelanto, ser pionero siempre implica dar dos veces, especialmente en campos clave y de arrastre de toda la economía de un país como lo son la investigación y la energía.

Y ya filosofando, pues sabiendo que un número nada despreciable de guerras que ha habido y hay/puede haber hoy (y podríamos tener en el futuro) se debe al control de la energía, personalmente me inclino a pensar a que futuros conflictos bélicos podrían ser evitados, justo porque las energías renovables, al ser “infinitas”, no son apropiables, existen en todos los países en mayor o menor medida (cuando menos las energías biomásica, solar, eólica y geotérmica) y por tanto no estarían sometidas a las leyes del mercado, o no al menos al más puro y voraz capitalismo existente hoy.

Las medidas que se han sucedido en los distintos países a raíz de Fukushima de moratoria nuclear de un año y revisión de las centrales nucleares existentes son un intento desesperado de evitar el (nunca muerto, pero hay que reavivarlo muy mucho) debate sobre la energía nuclear, puesto que en un año, a los consumidores se nos habrá olvidado lo de Fukushima. La solución no es la moratoria nuclear de ningún tipo, ni realizar pruebas de resistencia, sino el cierre progresivo de todas las centrales nucleares (propondría un plazo no superior a 10 años) en tanto en cuanto su capacidad generadora (como hemos visto, en España es menos de la mitad de la capacidad actual de la energía eólica) es progresivamente sustituida por energías limpias, que son más seguras, más respetuosas con el medio ambiente y sí, mucho más baratas (tanto a largo plazo como a corto, al desplazar toda la oferta y toda la demanda hacia el lado de las energías renovables, desde la energía nuclear).

Conclusión:
1) La energía nuclear es de todo menos rentable (ya sea económica, social o ecológicamente), generando pérdidas abusivas, muy especialmente si miramos a largo plazo.
2) Es, además, una energía sucia, que genera desechos con un alto poder contaminante durante un período de tiempo mucho más que excesivamente superior al tiempo durante el cual dicha energía es útil.
3) Por si esto fuera poco, es, por ende, una energía altamente peligrosa, tanto por los riesgos asumidos como por los siniestros acaecidos, tal como ponen de manifiesto las fugas, escapes y accidentes nucleares que cada cierto tiempo sacuden la sociedad actual.


En suma y finalmente:
La energía nuclear no es la solución, sino un problema adicional. Generar energía a través de este sistema, significa prolongar la agonía española respecto del exterior en un sector estratégico y de arrastre como lo es el energético. La energía nuclear es, en definitiva, perder el tiempo, tirar el dinero y asumir riesgos de catástrofe innecesarios. 



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